SOLO QUEDA EL RECUERDO
A las diez de la mañana se ve a una mujer arrastrándose Frente a a la tienda Aurrera, del Boulevard López portillo. Al llegar, se sienta a pedir dinero en el descanso de las escaleras que conducen a la tienda antes mencionada.
Ella es originaria de Chilpancingo, pero desde pequeña vive en Acapulco, tiene 45 años y vive sola en una colonia cercana a al Boulevard López Portillo. Dice que tiene una hija, pero hace mucho que no tiene contacto con ella, nunca se casó y no tiene hermanos.
Padece de diabetes y a causa de ésta ha perdido una pierna y la otra está cangrenada; lo que más desea es que alguien le done un prótesis o unas muletas para trabajar, ya que mal come y tiene que pagar mensualmente una renta de doscientos cincuenta pesos.
Todos los días se levanta a las siente de la mañana para poder llegar al lugar en el que pide limosna y se retira de allí a las ocho de la noche. Se queja porque los trabajadores de la tienda no le permiten pedir limosna, pero ella insiste, porque hasta ahora nadie ha querido darle empleo a una discapacitada.
Recuerda el tiempo en el que ella era joven, cuando trabajaba en un restauran para mantener a su hija… y de repente una lágrima de tristeza recorre su mejilla… entonces emite: “¡qué tiempos aquellos!.”
Ella es originaria de Chilpancingo, pero desde pequeña vive en Acapulco, tiene 45 años y vive sola en una colonia cercana a al Boulevard López Portillo. Dice que tiene una hija, pero hace mucho que no tiene contacto con ella, nunca se casó y no tiene hermanos.
Padece de diabetes y a causa de ésta ha perdido una pierna y la otra está cangrenada; lo que más desea es que alguien le done un prótesis o unas muletas para trabajar, ya que mal come y tiene que pagar mensualmente una renta de doscientos cincuenta pesos.
Todos los días se levanta a las siente de la mañana para poder llegar al lugar en el que pide limosna y se retira de allí a las ocho de la noche. Se queja porque los trabajadores de la tienda no le permiten pedir limosna, pero ella insiste, porque hasta ahora nadie ha querido darle empleo a una discapacitada.
Recuerda el tiempo en el que ella era joven, cuando trabajaba en un restauran para mantener a su hija… y de repente una lágrima de tristeza recorre su mejilla… entonces emite: “¡qué tiempos aquellos!.”
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